miércoles, 8 de abril de 2015



Semana de reflexión
Es contra todo principio negarse a defender nuestro gran hogar, nuestra patria

FRANCISCO ARIAS CÁRDENAS |  

De viaje, en el templo o en la tranquilidad del hogar, la Semana Santa nos invita a la reflexión. En este paréntesis, cabe meditar sobre las actitudes hacia las circunstancias que nos rodean como colectivo, como patria.

La palabra "patria" proviene del latín y significa familia, clan, tierra paterna. Contiene una filiación, un sentimiento profundo de familia, de comunidad. Hay allí afectos, cultura, sueños comunes, lazos culturales e históricos. Es el propio hogar colectivo. "Patria" contiene el ingrediente amoroso, de pertenencia, que trasciende al carácter oficial y administrativo de nación.

La reacción lógica y natural es defender nuestro hogar, el país en el que nacimos y vivimos. Y así lo ha manifestado la inmensa mayoría de los venezolanos -independientemente de sus simpatías políticas- ante el decreto injerencista y amenazante que el gobierno de Estados Unidos ha lanzado contra Venezuela.

Más de 5 millones de firmas aportadas en una semana y las manifestaciones por las redes sociales con un apoyo cuantificable en el posicionamiento internacional, nos hablan de ese sentimiento profundo de protección a nuestro país.

Organismos internacionales, gobiernos y ciudadanos de más de 120 países de Europa, Asia y África ha sido por demás contundentes en su respaldo a Venezuela, como parte de la gran patria latinoamericana.

Por eso resulta tan chocante la actitud asumida por algunas individualidades que se han negado a defender a su país e inclusive han atacado este acto de dignidad al que estamos convocados todos los venezolanos, de reclamar ante un decreto amenazante, que ha precedido invasiones sangrientas en otros países.

Es contra todo principio negarse a defender nuestro gran hogar, nuestra patria. Es expresión de un absoluto egoísmo, que privilegia intereses muy particulares. Pero estamos en Semana Santa, el momento propicio para recordar que Jesús de Nazaret resucitó para demostrar la invencibilidad del amor por encima del egoísmo y las pequeñeces humanas.