Por: Evaristo Pérez Suárez
El contexto de dominación
El siglo XXI, entendido así según la medición cristiana, nace investido de violencia, sometimientos masivos, depredación, superpoblación y excesiva extracción material. Muchos factores también son producto del precio de la automatización y simplificación masiva de procesos que también alivian importantes cargas en la actividad diaria. La diferencia guerrera con el inicio del pasado siglo es que los grandes se cuidan de no agredirse directamente entre sí, trasladando sus cargas opresoras a la “periferia”. Si en la segunda guerra mundial, de los 40 millones aproximadamente de muertos, 26 fueron soviéticos, hoy son iraquíes. afganos, como han sido nicaragüenses, salvadoreños.
En su centro, la etapa de acumulación de capital, que se desató hace cinco siglos y fracción, ha llegado a la máxima aceleración hasta colocar la mercancía y el modo de producción capitalista al borde del estallido. Estallido en el cual la sola intención de compra a futuro ya “es mercancía”.
La ya de por sí intensa carga del trabajo humano sobre la tierra, para satisfacer las necesidades humanas de más de 7 mil millones de seres, ha erosionado de modo inclemente los recursos que ya van siendo exiguos. Si a ello sumamos la voracidad incesante del proceso de extracción, intercambio y acumulación capitalista, que no se rige por ética alguna, ni estrictas necesidades y que para el logro de sus fines de dominio material produce la máquina deseante de la ideología cultural massmediática para incrementar la “demanda”, también masacra abiertamente bajo el engaño y el descaro de falsos ardides ideológicos, de modo que logramos advertir la enorme fragilidad de la vida en la época actual y su angustia estructurante.
Pero los pueblos americanos con toda su multietnicidad se van levantando del oprobio histórico con gran vigor desde fines del siglo pasado, identificando poco a poco y combatiendo las distintas formas de dominación cultural, es decir sistemáticas, políticas, económicas, sociales, religiosas,ideológicas.
¿Cómo comprender y comunicar los enmarañados procesos culturales de estas realidades? ¿De esta época que en buen término un teorizador español -Jorge Luís Brea- denomina capitalismo cultural electrónico? ¿Cómo esclarecer estos procesos y establecer una iniciativa global entendida por el esfuerzo continuo de todos, para el beneficio de todos y la primacía social? ¿Cómo hacerlo con el trabajo sostenido y equilibrado de todos?
¿Cómo volver a colocar lo común por encima de los intereses de lo personal pero a su vez en el marco de respeto y amplitud al derecho de cada ser? ¿Cómo defender las formas organizativas de lo colectivo frente a los intereses grupusculares de elites y lacayos de diverso rango, inéticos, voraces, dispuestos a quebrar toda institucionalidad convenida por los pueblos? ¿Cómo derrotar sus formas imperialistas con toda su carga opresora, homicida y alienante? ¿Cómo además incluir sin populismo y mediocridad?
Las respuestas a toda esta situación están en una profunda interacción de una cultura revolucionaria, es decir: transformación profunda del egocentrismo humano, inteligencia crítica permanente y fluida, energía intrépida y “socioemancipación” frente a este estado de cosas. Frente a toda domesticación y ante toda codificación inducida del poder. Un salto cualitativo diario, una depuración colectiva y personal que ya ha iniciado en nuestra América y que ha comprendido la necesidad de sus correspondencias, es decir, de su intercontinentalidad y cohesión solidaria frente a las formas estructurales de la opresión que claramente se definen por las corporaciones radicadas a partir de la metrópoli histórica dominante y su red de capataces globales de distinto nivel subsidiario en los ámbitos financieros, comerciales, industrial dependiente, principalmente como suplidores básicos e importadores netos que han perpetuado la economía de extracción revistiéndola de algunos símbolos elaborados de la nueva semántica de la falsedad que estos idiotas neocoloniales infectados de todos los virus de la cultura mediática, no distinguen, sintiéndose falsamente partícipes de un poder real que no poseen y que sólo es enclave, encargo, neoesclavitud “voluntaria”, estética de la falsedad. En esta cultura están los lenguajes corporativos gerenciales y de especialidades, llenos de fetiches, etiquetas y rótulos sintéticos que no dejan ver el corazón, sus “casting”, sus “reinas”, sus “sensacionalismos”, su cultura del espectáculo o la “sociedad del espectáculo” que ya en 1967 denunciara Guy Debord y que después de 4 décadas se engulle a sí misma.
Ante esto el nihilismo egocéntrico es otra forma de derrota falsamente martirizada de la vanidad intelectual. Son aquellas posturas que se sustraen de las causas colectivas en su pretensión de superioridad nihilista, dada la especial iluminación que tendrían sus “afiliados”, requerida para advertir la inevitable caída humana, su padecer, que encubre la sumisión a priori con una especie de “encurtido estético” que te dice: “obviamente”,”ciertamente””yo estoy bien , tú estas bien”, y que en una encáustica verbal se degluta en su ensimismamiento, en su golosina verborréica inútil y cobarde.
Ninguna forma de liberación se sostendrá sola apuntando hacia la supresión de la lógica cultural capitalista, pero también de las múltiples variantes del egoísmo como forma opresora humana previa y supracapitalista. Recordemos por ejemplo la usura, el prestamismo a alto interés como forma primitiva de una cultura de acumulación y sojuzgamiento por el derecho y la “ley”.
De allí la necesidad de irnos educando en la modelación alterna, común, social, que no olvida la capacidad y el respeto al individuo, cuya abstracta aspiración de justicia tiene en nuestro esfuerzo histórico anclajes reales, epítetos de (Simón) Bolívar, de (Simón) Rodríguez, épicas de los próceres, hechuras colectivas intensas donde la resistencia cultural republicana, la inteligencia y el combate de muchos seres humanos suman ya dos siglos cuajando identidades, iniciativas que van materializándose en una historia cultural.
La realidad nos habla de su complejidad de interrelaciones, y de las conductas que esa dinámica va instalando en las poblaciones, cuyos grupos organizados y sectores van presionando para establecer e institucionalizar sus intereses por medios lícitos e ilícitos. La tradición, su historia, sus identidades, su reconocimiento de una memoria interactuante y propia, su cultura, son un campo compuesto por disímiles factores grupales e individuales que es bombardeado incesantemente por la ideología dominante para imponer sus criterios y modelar las conductas colectivas siempre con fines de sometimiento, alienación y dominación mercantil.
Dada la materialización en formas especificas de la cultura, el esfuerzo ideológico de dominación estética es uno de los ámbitos más elaborados. pues se propone así, controlar el gusto, las significaciones simbólicas y el mercado de todo lo que se demande para satisfacer los sentidos, lo visual, lo olfativo, lo táctil o textural, lo gustativo, lo auditivo y sus mezclas. La dominación se esfuerza por imponer a priori y a través de las armas retóricas y alienantes de los efectos especiales, controlar los imaginarios, las expectativas, la “lógica” de lo afectivo, lo espiritual, lo cognitivo, el conocimiento, la intelección.
Las pugnas de toda esta interacción cada vez más tendentes a la centro-industria y los emblemas y alegorías de dominación forman parte de la lucha actual que no es sólo de clases. Eso es la cultura. En ella el derecho de escrutar, comprender el mundo y situarse dignamente en él corresponde a la soberanía de los pueblos. Ella se materializa en costumbres, productos, procesos, metodologías, cuyo legado debe perpetuarse en los colectivos de pertenencia social y a su vez producir creativamente su adecuación gradual en las transformaciones y cambios de la tradición y de la vida. Supone así la cultura la equidad con el espacio-tiempo, con su territorio, con la naturaleza, con su ecodiversidad que incluye desde la mariposa y el renacuajo al ser humano, con su historia y sus identidades, su tierra, su aire, sus aguas, con sus parientes, amigos y romances, con su memoria y legado, con su motivación vital, su “interestima” colectiva y su autoestima ciudadana e individual. Por ello es indivisible de la educación y de las formas de comunicación que debe desplegar e incluir en su estrategia de poder soberano.
Pero de la cultura también es la estructuración de las formas y modos impuestos o internalizados de la opresión a través de sus aparatos ideológicos diversos y sofisticados, como los órganos de emisión masivas. De allí el aluvión de “esclavos y esclavas voluntarios” actuales que se pintan de amarillo light sus rasgos morenos en un falso escandinavismo impostor y que prefieren lavar platos en Orlando antes que ejercer su propia estima profesional en su tierra. De allí las propias miserias internalizadas en un ingenuismo decadente y cómplice de desclasados que al entrar a Mc Donald creen haber viajado sin pasaporte al idilio estadounidense inoculando a sus hijos de impostura y sustrayéndose de un suculento pabellón criollo o una gozosa caimanera callejera con pelota de media forrada con “teipe”.
Y el Zulia?
De allí, y en este contexto, el Zulia, como hemos dicho desde principios de los noventa, basados en la investigación cultural, es raigambre sustancial de la nación venezolana cuyo primer nombre Venecihuela pudo leerse en el texto Suma de Geografía de Martín Fernández de Enciso desde 1518, cuando publicó su relato del 24 de agosto de 1499 estando junto a Alonso de Hojeda y Juan de
“…y al cabo del a cerca de la tierra esta una peña grande que es llana encima Della y encima Della esta un lugar o casas de indios que se llama Veneciuela, esta en x grados entre el golfo de Veneciuela y el cabo de Coquivacoa…”
Ese fue el bautizo de la patria por estos lares de
Bueno es recordarlo a los vende-patria separatistas, pero también a los reductos centralistas apátridas que a través de RCTV siempre se burlaron y falsearon la idiosincrasia y el honor del Zulia. Como bueno es recordarles a los ignorantes que mordazmente esconden un dejo peyorativo con el Zulia, que si bien catalogan irónicamente de “filósofo del Zulia” con toda justeza al innombrable que no es comprobadamente zuliano, en Zulia siempre ha habido y hay filósofos distinguidos y pensamiento crítico esclarecedor, en Zulia estuvo el embrión histórico más combativo de los obreros petroleros desde los años veinte, en el Zulia están infinitos aportes técnico-científicos a la industria petrolera, en el Zulia están insignes filósofos del derecho como José Manuel Delgado Ocando, quien argumentó y demostró en una hermenéutica jurídica extraordinaria y en momentos álgidos de la historia contemporánea, el carácter originario de la soberanía popular sobre la constituyente de 1998 que definiera
Y esa actitud emancipadora que embargó las américas en el proyecto mayor de las proclamas revolucionarias nacidas en el propio discurso centroeuropeo, tiene en su seño la vitalidad de héroes epónimos como Rafael Urdaneta, zuliano de mayor rango en su heroísmo. Además, esa identidad escrita por siglos es la misma cuya valentía y soberanía cantó Udón Pérez – como veremos en estos caprichosos extractos- en su Oro Rojo frente al imperialista petrolero en 1929:
¡Los Amos!: manejo de lacras…
Del vientre del lago sonoro…
Buscaban el oro negro de las minas…
Hundieron sus ojos…como si allí fuesen
Dueños y señores
Por ley de Conquista
Obrero infeliz
Bajo esa presión
Que mancilla y agota
Codicia de extraños
Te hace sufrir
Te obliga y explota
Sí señores: dijo “explota”, claro término marxista. Sí, también dijo a Los Amos: lacras!, es decir a aquellos angloholandeses antecesores de los que hoy hunden su bota sangrienta en las arenas iraquíes, pero a ese Udón, le interesa desparecerlo a cierto pensamiento plácido y entreguista,
De allí que la falsa promoción de la cultura y los creadores, como preciosistas apolíticos e idílicos abstraídos del hecho sociopolítico y económico, es una imagen interesada y falsa con que se han querido promover las figuras más simbólicas de la identidad zuliana en la modernidad, como Udón Pérez, autor del himno del Zulia.
El Zulia agro-exportador fue protagónico pero elitesco y excluyente, feudal, esclavista, precapitalista y capitalista insipiente.
Hoy, en el modelo minero exportador, la época técnica industrial, maquinista y electrónica, se basan en la energía petrolera, en cuya era somos protagonistas desde su nacimiento, de allí el reclamo histórico-cultural del Zulia hacia el rescate de su memoria e identidad cultural, de primer orden en la conformación del imaginario y las realidades del desarrollo nacional.
Por ello sugerimos algunas grandes Líneas básicas para las Políticas Culturales:
1) Propiciar la conformación de una organización cultural sistémica, transdisciplinaria, que vaya articulando la política educativa, cultural, artística y comunicacional, ámbitos sobre los cuales debe descansar el pensamiento estructural u orgánico y la orientación de la inteligencia revolucionaria para el logro de la conciencia y resistencia popular, como propuesta etico-política permanente para el ejercicio pleno de la rica identidad del Zulia ante el aparato ideológico domesticador de la dominación y las diversas formas de disolución de identidades, “socio-estima” y autoestima del Zulia.
2) En cónsona relación con los fundamentos constitucionales, orientar y sostener los procesos activos de investigación, formación, producción creativa y comunicación de la historia, memoria e identidades del Zulia y sus transformaciones graduales en virtud de su aporte intercultural en la diversidad de la conformación histórico y psicosocial de la realidad venezolana. En la especificidad de la soberanía de la patria y en pro de la estimulación de los factores intelectuales, emocionales y espirituales de nuestra cultura patria y continental.
3) Crear las estructuras orgánicas de una nueva institucionalidad cultural, atendiendo a las pautas del punto 1 y a la gerencia interinstitucional y e inter.comunitaria en función del nuevo Plan Nacional Simón Bolívar.
EPS/Mayo 2008
Asociación Internacional de Críticos de Arte, AICA,1998
No hay comentarios:
Publicar un comentario